El segundo de diferencia entre llegar a tirar la ceniza adentro del cenicero o verla caer y desparramarse por las sabanas, quemandolas, haciendo un agujero circular, perfecto, que llega hasta el colchon, hasta la madera de mi cama de una plaza, cae al piso y se pierde en alguna parte del techo del vecino de abajo.
Es como una nieve magica, ceniza volcanica, recorriendo cada lugar donde va tu mano derecha (o izquierda, a veces), con vida propia... sobretodo cuando la tuya se va apagando y te dormis, profundamente.
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